Mar. Abr 29th, 2025
Un estudio científico publicado en línea el año pasado en la revista Nature documentó la primera observación de una estrella envejecida tragándose un planeta. Después de quedarse sin combustible en su núcleo, la estrella comenzó a aumentar de tamaño, reduciendo el espacio que la separaba de su planeta vecino, para finalmente consumirlo por completo. 

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Un equipo de investigadores descubrió el fenómeno, formalmente llamado ZTF SLRN-2020, utilizando diferentes observatorios terrestres y el telescopio espacial Explorador de inspección de infrarrojos de campo amplio de objetos cercanos a la Tierra (NEOWISE, por sus siglas en inglés) de la Nasa, el cual es gestionado por el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la agencia. 
El planeta probablemente tenía el tamaño de Júpiter, con una órbita aún más cercana a su estrella que la de Mercurio a nuestro Sol. Por su parte, la estrella se encuentra al comienzo de la fase final de su vida, su fase de gigante roja, que puede durar más de 100.000 años.
A medida que la estrella se expandía, su atmósfera exterior finalmente rodeó el planeta. La resistencia atmosférica redujo la velocidad del planeta, encogiendo su órbita y finalmente enviándolo por debajo de la superficie visible de la estrella, como un meteoro que ardiera en la atmósfera de la Tierra.

Un mapa de ruta de la bóveda celeste

El destello de luz óptica (visible para el ojo humano) después de la destrucción del planeta apareció en las observaciones de la Instalación Transitoria de Zwicky (ZTF, por sus siglas en inglés), un instrumento a cargo del Instituto Tecnológico de California (Caltech) y con sede en el Observatorio Palomar en el sur de California que busca fenómenos cósmicos que cambian de brillo rápidamente, a veces en cuestión de horas. 
De estaba utilizando el ZTF para buscar fenómenos llamados novas, eventos en los que una estrella muerta y colapsada (conocida como enana blanca) canibaliza el gas caliente de otra estrella cercana. Las novas siempre están rodeadas de flujos de gas caliente, pero las observaciones de seguimiento del destello realizadas por otros telescopios terrestres mostraron gas y polvo mucho más fríos alrededor de la estrella, indicando que no se trataba de nada parecido a una nova ni algo que De hubiera visto antes.
De modo que el investigador recurrió al observatorio NEOWISE, el cual escanea todo el cielo en el espectro de luz infrarroja (un rango de longitudes de ondas más largas que la luz visible) cada seis meses. Lanzado en 2009 y originalmente llamado WISE, el observatorio produce mapas de todo el cielo que permiten a los astrónomos ver cómo cambian los objetos celestes con el tiempo.
A medida que el gas flotaba hacia el espacio, se habría enfriado y se habría convertido en polvo, como el vapor de agua al convertirse en nieve. Aun más gas fue lanzado al espacio durante la colisión entre la estrella y el planeta, produciendo más polvo visible tanto para los observatorios terrestres del infrarrojo como para NEOWISE.
“Muy pocas cosas en el universo se iluminan con luz infrarroja y luego se iluminan con luz óptica en diferentes momentos”, dijo De. “Así que el hecho de que NEOWISE viera a la estrella brillar un año antes de la erupción óptica fue fundamental para averiguar en qué consistía este fenómeno”.
El sol

S espera que el Sol se convierta en una gigante roja y se trague a Mercurio, Venus y a la Tierra. Foto:istockphoto

Dentro de 5.000 millones de años, cuando se espera que nuestro Sol se convierta en una gigante roja y se trague a Mercurio, Venus y posiblemente la Tierra, el espectáculo de luz debería ser mucho más apagado, según De, ya que esos planetas son muchas veces más pequeños que el planeta del tamaño de Júpiter en el fenómeno captado por ZTF.

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“Si yo fuera un observador mirando el sistema solar dentro de 5.000 millones de años, podría ver el Sol brillar un poco, pero nada tan dramático como esto, a pesar de que estarán actuando exactamente los mismos procesos físicos”, dijo. La mayoría de las estrellas de tamaño mediano se convertirán con el tiempo en gigantes rojas, y los teóricos piensan que un puñado de ellas consumen planetas cercanos en nuestra galaxia cada año. Las nuevas observaciones proporcionan a los astrónomos un patrón del aspecto que tendrían esos fenómenos, haciendo posible que encuentren más.
“Este descubrimiento muestra que vale la pena hacer observaciones de todo el cielo y archivarlas, porque aún no conocemos todos los fenómenos interesantes que podríamos estar captando”, dijo Joe Masiero, investigador principal adjunto de NEOWISE en el Centro de Procesamiento y Análisis de Infrarrojos (IPAC, por sus siglas en inglés) en Caltech. “El archivo de NEOWISE nos permite mirar hacia atrás en el tiempo. Podemos encontrar tesoros ocultos o aprender algo sobre un objeto que ningún otro observatorio es capaz de decirnos”.
Lanzada en 2009, la misión WISE escaneó todo el cielo en luz infrarroja dos veces, captando imágenes de 750.000 millones de objetos, incluyendo galaxias, estrellas y asteroides remotos. 
La misión WISE concluyó en 2011, pero dos años después la Nasa reutilizó la nave espacial de este observatorio para rastrear asteroides y otros objetos cercanos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés). Tanto la misión como la nave espacial pasaron a llamarse NEOWISE.
REDACCIÓN CIENCIA*
Con información de la Nasa

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