Sáb. Abr 19th, 2025
Dientes, puñados de dientes aislados, es uno de los hallazgos que hasta ahora todavía intriga a Eliana Pulgarín Montoya, coordinadora del equipo de arqueología del consorcio Vía Sumapaz. “Me pareció muy particular que empezáramos a encontrar dientes solos, porque, por lo general, uno encuentra el cráneo completo o algún rastro de que ahí hubo hueso. Como un cráneo que se descompuso tal vez por la acidez del suelo. Pero no, en este caso era un puñado”, relata la científica, quien supervisó el proceso de rescate de las cientos de miles de piezas que dejó a su paso la obra de ampliación de la vía Bogotá- Girardot.

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Vía Bogotá Girardot

Se recuperó alrededor de una tonelada de material arqueológico. Foto:Sergio Acero Yate / El Tiempo

Este descubrimiento constituye alrededor de una tonelada de material que incluye 10 piezas completas, aproximadamente 103.664 fragmentos cerámicos, cinco metates (herramientas de piedra para moler), dos volantes de huso (piezas de piedra que se utilizan como contrapeso para hacer girar el huso para hilar), una cuenta de collar, una lanzadera, restos óseos humanos correspondientes posiblemente a tres individuos y restos óseos de fauna.
Una ‘búsqueda del tesoro’ que tuvo como punto de partida las zonas aledañas al área arqueológica protegida de la Hacienda Tequendama (Sibaté, Cundinamarca), un lugar en el que, según el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), se han documentado evidencias de una de las ocupaciones humanas más tempranas reportadas para Colombia, datadas en aproximadamente 12.000 años de antigüedad.
“Las investigaciones arqueológicas en la Hacienda Tequendama han documentado que el lugar fue ocupado por poblaciones humanas hasta el siglo XVI d. C., haciendo parte de un importante corredor de ocupación humana en el pasado en esta zona de la Sabana de Bogotá y del corredor natural de conexión entre las tierras altas de la Sabana y las bajas del Valle del Magdalena”, señala la resolución con la que se declaró este lugar como Área Arqueológica Protegida de Orden Nacional en el 2019.
Ese conocimiento previo sobre el lugar y sus alrededores había llevado a los científicos del programa de arqueología preventiva del consorcio Vía Sumapaz a concluir, en su plan de manejo, que en las zonas de impacto de la obra de la vía Bogotá–Girardot no se habían encontrado, durante el proceso de prospección, indicios que justificaran un rescate arqueológico en esa área.
“Sin embargo, estábamos haciendo un monitoreo de una red de gas que tenían que cambiar y nos salió un rasgo, una mancha negra en la tierra. Por precaución, detuvimos la obra y dijimos aquí está plano, tiene las características geomorfológicas de que puede ser un sitio, está cerca al área arqueológica protegida, vamos a hacer un corte de 4×4, que estaba programado para hacerlo en máximo dos semanas”, recuerda la arqueóloga Pulgarín Montoya.
Lo que sería un trabajo de dos semanas se extendió por siete meses, durante los cuales los investigadores exploraron 300 cuadrículas y hallaron tumbas y restos de viviendas a más de metro y medio de profundidad.

¿Quiénes eran?

Entre las piezas más completas encontradas por los investigadores del proyecto hay una vasija especial que, aunque rota, cuenta la relación que los antiguos habitantes de nuestro país tenían con sus pertenencias materiales.
“Es una vasija matada. Cuando una persona que era el dueño de la pieza moría, ellos también mataban todas sus pertenencias para que su espíritu descansara en paz y no estuviera todavía en este terreno. Justamente esta se encontró al lado de una urna funeraria”, cuenta el antropólogo y arqueólogo Andrés Rojas, también vinculado al proyecto.
Pero, ¿a quiénes pertenecían todos estos rastros? Para responder a esta pregunta hay que referirnos a los muiscas, la comunidad prehispánica más avanzada del territorio colombiano. Este pueblo indígena aparece en la historia hacia el año 800 d. C., en lo que se conoce como su periodo temprano, y hacía 1.200 en su periodo tardío, que empieza a desvanecerse con la llegada de los españoles, hacia 1530.
Vía Bogotá Girardot

Vasija ‘matada’. Foto:Sergio Acero Yate / El Tiempo

Sin embargo, los muiscas no dejaron grandes monumentos como otras culturas del continente, solo algunos templos cuyos cimientos aún se conservan en lugares como Tunja, Sogamoso y Villa de Leyva. Su historia se ha reconstruido principalmente a partir de las cerámicas que dejaron.
“La parte de la Sabana, por ejemplo, estaba habitada por muiscas. Lo que es el Formativo (etapa del desarrollo de las sociedades antiguas que se caracterizada por la transición de grupos nómadas a comunidades sedentarias) en la parte de la sabana se conoce como Herrera Temprano (400 a.C. a 200 d. C.), Herrera Intermedio (200 a 700 d.C.) y Herrera Tardío (700 a 1000 d.C.). Ya luego del 1000 después de Cristo viene el Muisca Temprano, el Muisca Intermedio, el Muisca Tardío, periodos que justamente llevan el nombre de esas sociedades que habitaron acá. Pero es todo lo que podemos contar por ahora”, explica Rojas.

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Los hallazgos en la vía Bogotá–Girardot abren más interrogantes que respuestas, pero ofrecen valioso material para la arqueología. Las cerámicas halladas revelan una conexión e intercambio cultural entre las sociedades del Tolima medio y alto y las de Cundinamarca, hasta la Sabana de Bogotá
“Según los antecedentes que hemos recogido y los correlatos arqueológicos que existen, se supone que la influencia en realidad viene desde el Tolima hacia la Sabana de Bogotá. Es posible que estas sociedades fuesen subiendo y eso se ve reflejado también en la cerámica y en la elaboración”, indica Rojas.
Según los patrones de asentamiento, estas comunidades vivían en hábitats compartidos, con pequeñas viviendas donde convivían hasta 20 personas. También se hallaron herramientas posiblemente usadas para la caza o la guerra.
“Los antecedentes también nos indican que las sociedades del Tolima eran bélicas, pero en la Sabana hablamos de una sociedad mucho más tranquila. De todas formas estos son indicadores que nos pueden sustentar esas hipótesis. Hay que tener en cuenta que todo es un supuesto desde la arqueología, pero tenemos un correlato que se va armando con el tiempo”, indica el experto.
Vía Bogotá Girardot

De no encontrar una institución que reciba el material, este podría ser reenterrado. Foto:Sergio Acero Yate / El Tiempo

¿Volverlos a enterrar?

Las evidencias halladas en esta importante vía hablan de diferentes épocas. Por un lado, del periodo Herrera Tardio se hallaron vasijas de una arcilla más burda y una producción menos elaborada, a partir de una cocción poco controlada que dejó en la superficie de estos recipientes manchones negros y de decoraciones más irregulares hechas en seco, mientras que en las piezas que se encontraron del Muisca Temprano (1000 al 1350 d.C.) y Tardio (1350 al 1600 d.C.) ya se evidencia un desarrollo en las técnicas de cocción que dan como resultado piezas de una tonalidad anaranjada más uniforme y con decorados más refinados hechos en la ceramica aún fresca.
Además de las piezas de cerámica, también se dieron importantes descubrimientos en materia de herramientas hechas de piedra o líticos (que corresponden algunas a un periodo precerámico que podría estar entre los 10.000 años, o más antes del presente) con dos puntos especialmente representativos dentro del Proyecto Ruta 40 –como se denominó inicialmente a las obras de la vía Bogotá-Girardot–: las cercanías a los abrigos rocosos de la Hacienda Tequendama, que son cavernas donde existen evidencias de manifestaciones rupestres con representaciones en pintura roja de los primeros pobladores del territorio; y la parte de la vía que se acerca al Magdalena medio.

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“Los líticos de Tequendama han sido muy poco estudiados en el país, únicamente por Gonzalo Correal Urrego y Thomas Van der Hammen en la década de los 60. Una de las cosas importantes del sitio que se excavó en la hacienda Tequendama es que cuenta con material arqueológico tanto de los periodos cerámicos formativos como de periodo precerámico, hay lítica en gran cantidad que puede estar superando las muestras que pudieron considerar Correal y Van der Hammen en su momento”, explica el arqueólogo Juan José Giraldo.
Desafortunadamente, el destino de estas piezas hoy es incierto. Según Eliana Pulgarín, desde el 2023 se han acercado a alcaldías, casas de la cultura y universidades dentro del área de influencia del corredor vial, que aunque inicialmente se mostraron interesados, con el cambio de gobierno el proceso no se concretó. Ahora están a la espera de la Universidad Minuto de Dios, institución que cuenta con un museo cercano.
Sin embargo, por su peso y volumen, no todo el material puede almacenarse fácilmente. Si no se encuentra un destino adecuado, el Icanh contempla el reenterramiento: devolver las piezas a un lugar seguro y accesible, donde el propietario del terreno asuma su custodia.
Allí permanecerán hasta que futuras investigaciones las redescubran para seguir explorando la vida de los primeros habitantes del territorio. Según la arqueóloga Pulgarín, se espera que la zona reciba una declaratoria internacional como patrimonio, respaldada por un plan de conservación elaborado a partir de estos hallazgos.
ALEJANDRA LÓPEZ PLAZAS
REDACCIÓN CIENCIA
@malelopezpl
@TiempodeCiencia

Por CHMATOS