Desde 2015, el mundo viene hablando de un “límite seguro” para el aumento de las temperaturas. Una línea que el planeta no debe cruzar porque, de hacerlo, se arriesgaría a escenarios que ponen en peligro a toda la humanidad. Ese límite, establecido en el Acuerdo de París, es muy inferior a los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y preferiblemente no debería superar los 1,5 °C.
El problema es que el planeta ya ha superado los 1,5 °C durante varios meses consecutivos, y se espera que, en el futuro, las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la industria, la agricultura, la deforestación y el transporte sigan impulsando ese aumento. Según un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las proyecciones climáticas indican que, en los próximos cinco años, las temperaturas se mantendrán en niveles récord o muy cercanos a ellos.
Las inundaciones y lluvias extremas afectarán cada vez más a distintas zonas del mundo. Foto:gettyimages
Según los pronósticos que se detallan en el informe de la OMM, la media anual de la temperatura mundial cerca de la superficie para cada uno de los años 2025 y 2029 será entre 1,2 °C y 1,9 °C superior a la media del período 1850-1900. Hay una probabilidad del 80 por ciento de que al menos un año entre 2025 y 2029 sea el más cálido jamás registrado, superando así el valor del año 2024.
Cada fracción de grado cuenta
Los expertos de la OMM advierten que cada fracción adicional de calentamiento cuenta, ya que incluso un aumento mínimo agrava fenómenos como las olas de calor extremas, las lluvias intensas, las sequías prolongadas, el derretimiento de glaciares, el aumento del nivel del mar y el calentamiento de los océanos. El informe destaca que 2024 fue el primer año calendario en superar el umbral de 1,5 °C respecto al período preindustrial, con una temperatura media global de 1,55 ± 0,13 °C, lo que marca un récord en 175 años de observaciones.
Los incendios forestales se volverán más comunes y voraces a futuro. Foto:gettyimages
Y es que, aunque el Acuerdo de París fija un límite de 1,5 °C (y un máximo absoluto de 2 °C) para el promedio de calentamiento a largo plazo —habitualmente medido en periodos de 20 años—, se espera que estos umbrales se superen de forma temporal y con creciente frecuencia, debido al aumento progresivo de la temperatura global. De hecho, se estima que el promedio de calentamiento para el periodo 2015-2034 será de 1,44 °C, con un rango de confianza del 90 % entre 1,22 °C y 1,54 °C; aunque el informe no detalla las temperaturas proyectadas para cada año.
Lo que sí deja claro el documento son los impactos que puede generar este aumento de las temperaturas. Según la OMM, se prevé que una de las consecuencias de estos niveles récord sea que el calentamiento del Ártico, durante las próximas cinco temporadas invernales extendidas (de noviembre a marzo), supere en más de tres veces y media el promedio mundial, alcanzando hasta 2,4 °C por encima de la media del período de referencia más reciente de 30 años (1991-2020). Y es que, aunque el promedio global de aumento supere los 1,5 °C en algunas regiones, el clima se comporta de manera distinta en cada zona del mundo.
También se prevén patrones de lluvia contrastantes. Mientras que, entre mayo y septiembre del período 2025-2029, se espera una pluviosidad superior al promedio en regiones como el Sahel, el norte de Europa, Alaska y el norte de Siberia, América Latina enfrentará condiciones de sequía en la Amazonia. Esta región, además de su importancia ecológica, cumple un rol clave en el ciclo del agua al alimentar a los llamados ‘ríos voladores’: masas de humedad que se transforman en nubes y viajan desde la selva hasta los Andes, proveyendo agua a ecosistemas de alta montaña y a ciudades como Bogotá.
Con climas cada vez más extremos la vida en el planeta efrenta mayores riesgos. Foto:gettyimages
De acuerdo con Diego Restrepo Zambrano, experto en ciencias del agua, gestión de inundaciones y desarrollo urbano sostenible, lo que observamos para el mundo es un aumento en las posibilidades de que se generen climas extremos y la incapacidad de proveerlos completamente.
“El cambio climático nos está mostrando que ya no podemos basarnos en información histórica para tomar decisiones. La temperatura global está aumentando más rápido de lo que se proyectaba. En 2024, casi todos los meses estuvieron por encima de 1,5 °C, el límite acordado en París en 2015. Colombia es uno de los países más vulnerables al cambio climático por sus condiciones socioeconómicas y geográficas”, advirtió Restrepo.
La crisis del agua en Bogotá responde en gran medida al cambio climático. Foto:Mauricio Moreno
Colombia, vulnerable
Colombia es uno de los países más vulnerables al aumento de las temperaturas. Un informe de inteligencia de Estados Unidos señala que el país forma parte de un grupo de 11 naciones que “probablemente enfrentarán temperaturas más cálidas, condiciones climáticas más extremas y alteraciones de los patrones oceánicos que amenazarán su seguridad energética, alimentaria, hídrica y sanitaria”. Además, el índice de la Iniciativa de Adaptación Global (ND-GAIN) de la Universidad de Notre Dame clasificó a Colombia en el puesto 84 entre 181 países, evidenciando su alta vulnerabilidad frente a un clima cambiante.
En ese sentido, de acuerdo con el médico, profesor y miembro fundador del Movimiento Ambientalista Colombiano, Camilo Prieto, hoy Colombia debe concentrarse en políticas más “realistas, contextualizadas y localizadas” que permitan no solo adaptarse a la crisis, pues el clima ya cambió y seguirá empeorando, sino también aportar un poco en la disminución de las emisiones de gases que están generando esta problemática.
Prieto es enfático al advertir que los datos presentados por la OMM constituyen una señal de urgencia, con posibles consecuencias tanto en la economía como en la salud pública. “Es altamente probable que se produzca una reducción de las lluvias en la Amazonia, lo que podría desestabilizar aún más ese ecosistema vital. Y con el aumento de la temperatura, los vectores transmisores de enfermedades también migrarán hacia zonas más altas, lo que incrementará los problemas de salud pública en regiones que no estaban preparadas”, señala.
En su concepto la situación es muy crítica, pero hay oportunidades para actuar. “En el caso de Colombia, no se trata solo de reducir el uso de combustibles fósiles. Debemos enfocarnos también en la ruralidad, donde se generan muchas de nuestras emisiones, sobre todo por la ganadería y la deforestación. Universalizar una estrategia no va a funcionar. Cada país tiene una matriz de emisiones distinta. En Colombia, por ejemplo, es la deforestación y no tanto la industria. Ahí es donde debemos poner el foco”, dice.
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La deforestación de las selvas se traduce en menos lluvias en ciertas regiones. Foto:gettyimages
Con dicho análisis coincide Benjamín Quesada, climatólogo y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario, para quien aún es posible enfrentar el aumento de las temperaturas si se toman decisiones inmediatas. “No hemos perdido toda posibilidad, pero el panorama no es nada alentador”, dice Quesada. “Es importante resaltar que desde hace más de un año, cada mes está por encima de 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales”, resalta.
El investigador enfatiza que el problema no es superar esa cifra en un año específico, sino que se mantenga en el tiempo. “Lo que importa es si, en promedio, estamos por encima, y parece extremadamente probable —dada la falta de responsabilidad y compromiso de muchos dirigentes y de las élites globales— que este límite del Acuerdo de París no se respete en los próximos años”, resalta.
Sin embargo, insiste en que no es momento de dar la batalla por perdida. “Sabemos ahora que el 10 por ciento de los recursos económicos más altos son responsables de dos tercios del cambio climático actual. La mitigación y adaptación climática deben focalizarse en sus actividades ultra contaminantes. Así que más que rendirnos, este es un llamado urgente a acelerar la acción climática con enfoque diferencial, no a abandonarla”.
Quesada es enfático al advertir que, en todo caso, parte del daño ya está hecho y sus efectos se manifiestan en fenómenos complejos como los desastres naturales, las sequías y el aumento del nivel del mar, pero también en aspectos cotidianos como la alimentación. “El cambio climático ya se metió a nuestra cocina y pateó las loncheras: los alimentos que consumimos se ven afectados en disponibilidad, rendimiento y contenido nutritivo; la cantidad y calidad del agua, nuestra salud y la de quienes nos rodean, el costo de vida, e incluso nuestra productividad o los accidentes viales están influenciados por este fenómeno”, agrega.
Un año decisivo
El 2025 será un año decisivo en la lucha contra el cambio climático. Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), los países presentarán sus nuevos planes de acción —conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés)— fundamentales para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Básicamente, el mundo mostrará su estrategia para reducir las emisiones y enfrentar el aumento de las temperaturas. De lo que se logre en la COP30, que se realizará en la ciudad de Belén, en plena Amazonia brasileña, dependerá no solo el futuro de esa selva, sino del planeta entero. El panorama, sin embargo, no es alentador.
EDWIN CAICEDO
Periodista de Medioambiente y Salud
@CaicedoUcros