Laura Restrepo retoma la figura del verdugo Misericordia Dagge, que aparece en su libro Pecado. Sin embargo, para esta ocasión, lo incluye en una ambiciosa apuesta literaria titulada ‘Soy la daga y soy la herida’, su última novela, que es una parodia del mundo actual y que es considerada como feroz y divertida.
el brutal noir.
Como resultado, este libro sacude y que no deja a nadie indiferente. Además, se burla de los tiempos actuales, marcados por el delirio de gobernantes autoritarios, irracionales y criminales.
Libro de Laura Restrepo: Soy la daga y Soy la herida Foto:Cortesía
La escritora presentará esta novela en el marco de la Feria de Libro de Bogotá el domingo 4 de mayo a las 5:30 p.m. en el Gran Salón C de Corferias.
Soy Dagger, Misericordia Dagger. Abismo me adjudicó un oficio: empuña el hacha, me dijo, tú serás el verdugo. Abismo se presentó ante mí como una mujer flaca, desnuda de la cintura para abajo, que bailaba frente a una pira de basura ardiente. Una mujer joven pero demacrada. Su vello púbico, ralo y rubión, desafiaba el aire frío, y su sexo se abría con indiferencia. Supe que ella era dios y
conocí su nombre: Abismo.
Sus piernas, dos angarrios nervudos, se erguían sobre altos zapatos de tacón y plataforma. Mecía el cuerpo al son de una música silenciosa: se trataba de un dios danzante. Creo en un dios que baile, dijo Nietzsche. Yo en cambio creo en un dios
—Te harás verdugo y trabajarás para mí —me ordenó Abismo usando palabras: supe que era un dios parlante. Los tonos graves de su voz semejaban bramidos de ciervo o acordes de cello. Abismo ama la oscuridad y la bruma, porque es en sí
mismo brumoso y oscuro. Me amenazó con castigos si llegase a desobedecerle; era un dios amenazante.
Acepté sus términos y pactamos una alianza. Comprendí su edicto y me hice justiciero, ejecutando a quienes él condenaba a la pena capital. Capital, de caput/capitis: cabeza. Me convertí en cortacabezas al servicio de Abismo, Supremo Bailarín y Ser Eterno. Han pasado los sucesos y los años y hasta el momento todo ha sido ascenso y pulcritud en mi devenir como verdugo.
Satisfacción y beneplácito por parte de mi amo, el Altísimo; por parte mía, obediencia a ultranza y orgullo del deber cumplido.
Hasta aquí. Sin reservas ni altibajos, he sido el mejor y más incondicional de los servidores de Abismo.
Hasta ahora.
Y de repente, caigo. Tropiezo y caigo en un bucle del que no logro salir. Las cosas empiezan a enredarse de manera inesperada.
Ha sucedido de buenas a primeras, durante un encuentro casual en una esquina, controvertido suceso, punto de quiebre que marca mi trayectoria con un antes y un después. ¿Un antes y un después? Quizás sea más preciso decir: un antes y un nunca más.
Borges dice que todo encuentro casual es una cita. Toda cita es un encuentro con la muerte, reformulo yo.