Gabriel García Márquez es el autor más traducido en lengua castellana del siglo XXI y también el autor latinoamericano más adaptado a la pantalla de todos los tiempos. Su legado trasciende generaciones, fronteras y plataformas, y continúa expandiéndose de manera sorprendente.
Gabo y su Macondo Foto:Archivo particular
García Márquez es un autor de mundos inagotables que siempre tendrá algo valioso que decirles a las nuevas generaciones. Alguna vez, en una entrevista para la televisión, le preguntaron a Jorge Luis Borges qué pensaba sobre Cien años de soledad. El narrador argentino dijo que la novela no solo era un gran libro de su tiempo, sino que también era un gran libro de todos los tiempos. Con ello dejó claro que la obra de García Márquez estaba destinada a trascender su época y deslumbrar a los lectores de cualquier siglo, del mismo modo en que lo siguen haciendo obras tan antiguas como la Divina Comedia, el Quijote, Moby Dick o Ana Karenina. Aunque esta sea una década de enormes transformaciones tecnológicas, los grandes temas de la condición humana continúan intactos: el amor, la muerte, la soledad, la guerra, el olvido… La narrativa de García Márquez reflexiona sobre ello y lo hace desde una perspectiva tan original y envolvente que sus historias desbordan la predilección estética de los habitantes del Caribe y se instala en todas las culturas como si hubiesen sido escritas por un autor local.
No estoy muy seguro de si actualmente el universo de García Márquez se conozca más por la serie de Netflix que por sus libros. Apostaría a que sus libros todavía le llevan una gran ventaja a las adaptaciones audiovisuales que se han hecho sobre ellos, si bien es cierto que los hábitos de entretenimiento han cambiado y que hoy en día hay más telespectadores que lectores de literatura. Mi libro busca ampliar la mirada en torno a la vida, obra y legado de García Márquez, mostrar que existen otras facetas en las que se expresó su genio creativo y mediante las cuales podemos entender mejor el misterio de su imaginación y los problemas fundamentales de los siglos XX y XXI. Todos reconocemos al García Márquez escritor de ficción; algunos, al García Márquez periodista y cineasta. En mi libro se cuentan historias sobre estas dimensiones, pero también sobre el García Márquez ciudadano, pedagogo e impulsor de emprendimientos institucionales que van desde fundaciones de cine, derechos humanos y periodismo, hasta escuelas de televisión, periódicos y noticieros. Gabo fue, sin duda, un genio de muchos rostros.
Leyendo a los otros grandes investigadores. Así pude identificar algunos aspectos de la vida y obra de García Márquez en los que no se han profundizado tanto. Además, cuento con el archivo de la Fundación Gabo, que es un archivo único en el mundo. Me interesan los datos aparentemente triviales como la relación del escritor con los automóviles, los platillos voladores o la forma correcta de freír un pescado, porque luego convierto esas temáticas superficiales en puntos de partida para crear historias más profundas y reveladoras sobre la obra de García Márquez. Mi método de trabajo combina la anécdota simple, el rigor investigativo y los recursos narrativos de la crónica para dar forma a relatos originales que contribuyan a descifrar los misterios que yacen tras el genio creativo de García Márquez. Por otro lado, hay varias escenas de mi libro que ya han sido abordadas por varios investigadores y biógrafos, pero en esos casos trato de que mi reconstrucción de aquellos sucesos tan conocidos sea más fresca y tenga siempre algún detalle nuevo.
‘Gabriel García Márquez, un genio de muchos rostros’, libro de Orlando Oliveros. Foto:Cortesía del autor
La virtud de este libro es que puedes empezarlo desde cualquier punto. Aunque todas las historias convergen en la reflexión sobre la vida, obra y legado de García Márquez, cada una es tan independiente de las demás como un cuento en un libro de relatos. Mi única hoja de ruta fue mi rutina como editor-investigador del Centro Gabo de la Fundación Gabo. En esa labor, que he desempeñado por casi diez años, encontré las ideas y los recursos para sentarme a escribir este libro.
García Márquez fue un entusiasta de la innovación tecnológica en los instrumentos de escritura. Pasó de la pluma estilográfica a la máquina de escribir sin ningún problema, y de las máquinas de escribir analógicas a las máquinas de escribir eléctricas, tan pronto tuvo el dinero para adquirirlas. El amor en los tiempos del cólera fue escrito con una Macintosh que recién había salido a la venta y ese cambio a la computadora aceleró sus tiempos de producción literaria: pasó de publicar un libro cada siete años a publicar un libro cada tres. Estoy seguro de que nuestro mundo digital regido por las redes sociales y la inteligencia artificial le habría fascinado. Eso sí, creo que se habría preocupado por el uso responsable de estas herramientas y habría defendido el fundamento humano de la creación literaria. Yo, por mi parte, soy un poco más pesimista. Creo que la llegada de la inteligencia artificial implica una madurez intelectual que estamos lejos de tener y que, por lo tanto, los seres humanos corremos el riesgo de embrutecernos al delegar la búsqueda del conocimiento a los bots de charla como ChatGPT. En términos kantianos: la inteligencia artificial nos está convirtiendo en menores de edad porque cada vez más dejamos de pensar por nuestra propia cuenta. Un escritor que necesita que otros escriban por él, no es un escritor; es un farsante.
El regreso de Gabo a su pueblo natal en el tren. Foto:Archivo EL TIEMPO
García Márquez solía considerarse un melómano irremediable, a tal punto que comparó tres de sus grandes novelas con estructuras musicales: Cien años de soledad con un vallenato, El otoño del patriarca con un concierto para piano de Béla Bártok y El amor en los tiempos del cólera con un bolero. El borrador de su novela póstuma, En agosto nos vemos, se parece a las variaciones de un mismo tema, como las Variaciones Goldberg de Bach. Esto revela que la música forma parte de la buena literatura. Todos los grandes escritores poseen una prosa que baila en la cabeza del lectoEn ese sentido, trato de que mis textos sean armónicos y que mis palabras fluyan en el torrente mental del público. Lo que se escribe en un texto es tan importante como el sonido que se produce cuando el texto se lee. Contar no está muy lejos de cantar.
Todo mi libro se sustenta en la premisa de que el genio de García Márquez no solo se expresó por medio de la literatura, sino que abarcó otras dimensiones del arte y el pensamiento humano. Gabo no fue tanto un escritor como una industria de la imaginación. A partir de esa idea, organicé mis investigaciones de acuerdo con el Árbol Gabo, una matriz conceptual de la Fundación Gabo en la que se divide la vida, obra y legado de García Márquez en cinco ramas principales: la historia personal del escritor, su faceta como investigador y contador de historias, el García Márquez educador, el ciudadano y el emprendedoMuchas de estas ramas han sido poco exploradas por los investigadores, de modo que me sentí en un territorio virgen para contar historias nuevas sobre García Márquez. Mi método de trabajo supone encontrar anécdotas sencillas y atractivas que luego voy complejizando mediante su relación con aspectos más profundos de la vida y obra del escritoCuando una anécdota no me permite establecer estos vínculos significativos, la abandono.
Orlando Oliveros es editor e investigador de la Fundación Gabo. Foto:Cortesía del autor
Casi todos los genios poseen una curiosidad insaciable hacia los fenómenos que ocurren en el mundo. Eso los lleva a querer saber y explorarlo todo. Para entenderlos, por lo tanto, es necesario estudiar las diversas rutas por las que se despliega su creatividad. Con García Márquez descubrí que hay acciones y rutinas, en apariencia insignificantes, que inciden en su oficio de escritoEs el caso, por ejemplo, de su faceta como conductor de automóviles. Dentro del libro hay un texto titulado “Un genio al volante” que se centra en las historias que García Márquez moldeaba y perfeccionaba mientras conducía. Es sabido que el emblemático comienzo de Cien años de soledad fue concebido durante un viaje por carretera hacia Acapulco.
No cabe duda de que leer a García Márquez te enseña a escribir. También la lectura de otros autores como Paul Auster, Raymond Carver, Gay Talese o Wisława Szymborska. Las fórmulas son infinitas y dependen mucho de la voz personal del escritor y sus genios tutelares. Hay, sin embargo, una consigna garciamarqueana muy útil para los cronistas: la de comenzar las historias con una información asombrosa, ese tipo de dato o situación dramática que captura de inmediato al lector. “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”. Esa clase de anzuelos narrativos.
No se puede saber a ciencia cierta cómo habría reaccionado, porque no está aquí para decírnoslo. Si nos basamos en sus declaraciones y textos periodísticos, podríamos decir que estaría complacido de que sus hijos se hayan involucrado en el proceso y hayan exigido las condiciones que él solía imponer a las adaptaciones audiovisuales de su obra: que sean proyectos rodados en Colombia, en español y con un reparto latinoamericano. No sé si le habría gustado el resultado final, pero habría visto cada episodio con la conciencia de que los códigos de representación de un libro son distintos a los códigos de representación de un serial de televisión, por lo que no se habría puesto a comparar su novela con la serie de Netflix.
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Consideré importante todo lo que pudiera conducirme a un análisis revelador sobre la vida, obra y legado de García Márquez. Esa ha sido mi obsesión en este libro: los pequeños detalles que permiten el acceso a una masa más grande de datos e historias elocuentes. Son como las puntas de los témpanos de hielo que esconden la mayor parte de su cuerpo en el agua. Si la anécdota recién descubierta cumple con estos requisitos, decido contarla. Por ejemplo: hay una nota de prensa de 1982 en la que García Márquez confesó que compraba cajas con libros de Juan Rulfo para regalárselos a los amigos. Él creía haber agotado ya una edición entera de Pedro Páramo de tanto hacerlo. Yo usé esa pequeña anécdota para dar inicio a un relato bien documentado sobre las relaciones literarias y cinematográficas entre el creador de Macondo y el creador de Comala. En realidad, cualquier cosa me sorprende. Repaso la vida de Gabo como repaso el mundo: con una actitud de permanente asombro a todo lo que se me presenta.
Con el escritor de ficción. Hay verdades sobre la condición humana que solo pueden decirse mediante la imaginación y eso García Márquez lo hizo muy bien. Novelas como Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera diseccionan el cuerpo y el alma de nuestra especie y nos enseñan a conocerla pieza por pieza, como en una clase de anatomía.
* Ludwing Cepeda es filósofo, ensayista y editor.
*Ludwing Cepeda es filósofo, ensayista y edito
@Ludwing_Cepeda