Lun. Abr 14th, 2025
Invitar a alguien equivale a encargarse de su felicidad mientras esté con nosotros”. Frase de Brillat-Savarin, influyente pensador y escritor gastronómico.
El chef Harry Sasson lo sabe. Lo ha entendido desde siempre. Treinta años después, su restaurante sigue siendo un referente, un lugar al que se vuelve con gusto. No solo por el reconocimiento o los premios –bien merecidos–, ni por la carta, la calidad de la comida o el espacio (que también importan).
Harry es, ante todo, un gran anfitrión y ha logrado transmitir esta filosofía a su equipo. Se nota en cómo saludan, en cómo sirven, en cómo recuerdan al cliente habitual y en cómo tratan al que llega por primera vez. Están pendientes sin agobiar, con una calidez que hace que cada visita se sienta como un reencuentro con un buen amigo. Esa es su mejor receta. 
Él no cocina para impresionar. Lo hace pensando en el gusto del otro. En lo que reconforta, en lo que uno pediría una y otra vez sin necesidad de tanta explicación. Lo suyo no es deslumbrar: es consentir. Y parte de su éxito está en eso: en conocer a sus clientes, en saber qué los hace sentir a gusto. Por eso vuelven. Porque saben que ahí los entienden y atienden. También tiene claro que recibir bien es un arte generoso y profundamente humano. Se expresa en la atención a los detalles, en la manera de estar presente, en esa sensación que el comensal experimenta al sentirse en el lugar correcto.
En estos días de Semana Santa, aprovechemos para practicar la hospitalidad genuina. Porque lo que realmente importa no es lo que sirvas, sino cómo haces sentir a quienes están a tu alrededor. Porque la calidez también se saborea. Y eso, hoy, es el verdadero lujo. Buen provecho.
Margarita Bernal 
Para EL TIEMPO

Por CHMATOS