Mar. Abr 29th, 2025
Más de 50 millones de pesos gastados y casi cinco meses tardó Antonio José Luna en encontrar a su hijo, un joven caleño de 27 años a quien se le perdió el rastro desde el pasado 20 de octubre de 2024 en Barcelona, España. De ese día lo último que recordaba de él fue una videollamada que nunca se concreto, la imagen congelada de su hijo en celular y un simple ‘hola’ que interrumpió la conexión. 
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Daniel Steven Luna Rivera

Daniel Steven Luna Rivera Foto:Suministrada

Su siguiente destino fue España. Llegó a Barcelona el 4 de julio de 2024, con la esperanza de estudiar producción musical y abrirse paso laboralmente. Durante el primer mes se alojó en Reus, Tarragona, en casa de un primo de su padre. Sin embargo, al ver que las oportunidades escaseaban, decidió trasladarse a la capital catalana para probar suerte.
Al llegar a Barcelona, Daniel alquiló una habitación de hotel por unos días y luego se movió a otro lugar. «Me decía que me iba a enviar la nueva dirección, pero siempre lo postergaba», recordó Antonio Luna en entrevista con EL TIEMPO. Aun así, mantenían contacto diario: mensajes, llamadas, reportes sobre su estado. Hasta ese 20 de octubre, cuando la comunicación se cortó abruptamente.
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La preocupación creció aún más al recordar que su hijo dependía de dos medicamentos diarios: ácido valproico y quetiapina, esenciales para estabilizar su condición de bipolaridad. Aunque Daniel le había asegurado semanas antes que había conseguido sus medicamentos, Antonio temía que se hubiera quedado sin ellos.
El miércoles siguiente a su desaparición, la familia decidió actuar de forma urgente. Comenzaron a difundir su fotografía en grupos de Facebook, WhatsApp y redes sociales. Además, un familiar en Madrid puso una denuncia formal ante la policía española sobre su desaparición.
Daniel Steven Luna Rivera

Daniel Steven Luna Rivera Foto:Suministrada

Sin embargo, dicho plan se retrasó varios meses: «No pudimos llegar a España por cuestiones económicas, de logística y de tiempo. Nos tocó esperar hasta hasta febrero». 
En principio, optó por pedirle al gobierno canadiense permiso para viajar; no obstante, la respuesta fue contundente: no había forma de salir sin renunciar a su proceso migratorio.
«Me tocó dejarlo todo tirado», contó. Abandonó su solicitud de asilo y a la oportunidad de una nueva vida en Canadá. «Yo ya perdí la oportunidad al renunciar, perdí la oportunidad de todo. Ahora me toca regresar a Colombia e igual amo mi país y sé que es un buen país. Lo más importante para mí haber encontrado a mi hijo, gracias a Dios», señaló. 
Antonio y su esposa, Adriana, intentaron desplazarse desde la nación norteamericana hacía el occidente. «Tampoco me dejaron salir directamente. Yo en el principio de noviembre le solicité al gobierno que me dejasen salir para poder ir a buscar a mi hijo a España y nada. Tuve que volver a Colombia», relató al respecto. 
Allí, voló de vuelta a Cali, donde pasó diez días organizando su viaje definitivo a Europa. «Mucha gente me decía: ‘Tu hijo ya está grande, él verá qué hace’. Opinan desde su punto de vista, sin conocimiento o, no sé, sin el amor de uno de padre», expresó.
La travesía fue larga y costosa. En tiquetes de avión, Antonio gastó cerca de 12 millones de pesos. A eso se sumaron los gastos de estadía, alimentación y traslados. Calcula que en total ha invertido entre 40 y 50 millones de pesos para encontrar a su hijo.
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Antonio y Adriana, con nada más que sus ahorros de vida, aterrizaron en Madrid el 2 de febrero de 2025. Allí pasaron ocho días recorriendo calles, parques, plazas, preguntando a desconocidos. La esperanza de encontrar a Daniel se sostenía en pequeños hilos.
El hombre destacó que una prima en segundo grado ya había interpuesto una denuncia por desaparición en la policía local desde hace meses. Esperaba que con este apoyo y los letreros que solía colgar en cada pared disponible ayudasen a que alguien lo reconociera. 
Denuncia de desaparición

Denuncia de desaparición Foto:Suministrada

Después de días sin novedades, decidió trasladarse a Barcelona, su último lugar de residencia.  
Sin embargo, cuando Antonio acudió a los Mozos de Escuadra, la policía oficial de Cataluña, se encontró con una noticia desconcertante. «Me dijeron que no había ninguna denuncia activa en su sistema», indicó. Aunque mostraba el documento físico del proceso legal, en los registros policiales no aparecía. Le decían que era otra dependencia y que no había información. 
Ante la falta de soporte de esta Institución, Antonio trató entonces de buscar ayuda a través de los canales diplomáticos. Pero su experiencia con las autoridades colombianas en el exterior fue igual de frustrante. «No hubo oportunidad de que esa gente me brindara una ayuda, entonces yo me sentí solo, me quedé solo, no tenía ayuda», contó.
Incluso llamó al Consulado de Colombia en España y a la Embajada en Bogotá. Lo que recibió fue una respuesta desalentadora. «Llamé a la embajada en Bogotá de Colombia y una señora hasta me regañó, me dijo, ‘No, no, no, esos casos aquí no los manejamos’, o sea, no tuve ayuda absolutamente, me dieron la espalda», contó.
Carteles de desaparecido

Carteles de desaparecido Foto:Redes sociales

«Si soy un connacional, soy un colombiano, estoy en problemas aquí y me pasa eso. Prácticamente me dijo, ‘Eso no me importa, comuníquese con el consulado más cercano y a ver ellos qué lo pueden hacer'», criticó. 
Antonio Luna y su hijo Daniel la noche que fue encontrado

Antonio Luna y su hijo Daniel la noche que fue encontrado Foto:Suministrada

Desde que pisó suelo español, Antonio empezó a recibir decenas de mensajes de desconocidos a través de redes sociales y su número de contacto. Algunos eran de personas de buen corazón; otros, en cambio, se aprovecharon de su desesperación.
«Me escribieron personas que decían que lo tenían, que estaba secuestrado. Me pedían 30.000 euros para devolverme a mi hijo», narró Antonio. El chantaje llegaba a los límites: le exigían borrar todas las publicaciones de redes sociales y guardar silencio. “Me mandaban audios donde me decían que si no pagaba iban a matar a mi hijo”, contó. 
Entre todas las voces, hubo una que resultó ser la clave. Ana, una joven que trabajaba en el McDonald’s de Plaza España, se contactó con Antonio. «Me dijo que había visto a un muchacho parecido a mi hijo pidiendo en la calle, muy deteriorado, con la ropa sucia», recordó.
Ana relató que Daniel frecuentaba los alrededores de Plaza Cataluña, el Paseo de Gracia y el Barrio Gótico, zonas donde se mezclan turistas con personas en situación de calle. Antonio no lo dudó. Recorrió durante días y noches esas calles, caminando largas horas, preguntando en restaurantes, estaciones de metro, cafeterías. Mostraba la foto de su hijo a cuanta persona encontraba.
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Así pasaron otros 15 días en una nueva ciudad. Una que, en la opinión de Antonio y su compañera, era muy «cara». Intentando ahorrar en estadía, se quedaban en hostales y compartían habitación con jóvenes mochileros. 
«Realmente España es costoso. Esos chicos que migran acá buscando un mejor futuro se encuentran con una realidad muy dura. Es bien difícil, es muy costoso», agregó. 
Una de estas noches, el 22 de febrero de este 2025, cuando no estaban en su búsqueda y tras casi cinco meses de incertidumbre, logró verlo por primera vez. Adriana, sin ninguna intención, había decidido entrar al baño de uno de los McDonald’s de la zona céntrica de Barcelona. Allí, una voz conocida la llamó con desconcierto y lo reconoció «de una». 
La mujer lo tomó del brazo y segundos después salieron del reconocido local, donde Antonio esperaba: «Cuando ella sale, venía con Daniel. Me quedé aterrado», relató.
Su hijo estaba durmiendo en ese McDonald’s. “Llegaba en las mañanas, comía algo, y en la noche llegaba y se dormía ahí un rato y después se iba para otro sitio. Como era invierno, los dejaban quedarse un tiempo”, narró Antonio.
Pese a la alegría, su padre no pudo evitar notarlo: Daniel que encontraron ya no era el mismo. “Estaba muy cambiado, estaba muy flaco, prácticamente sin zapatos porque estaban muy rotos, con una bolsa. Totalmente desorientado”, describió. En la bolsa apenas tenía un saco, una chaqueta y unos zapatos que alguien le había regalado, pero que le quedaban muy pequeños. De sus maletas, medicamentos, documentos o cualquier tipo de pertenencia no quedaba rastro.
Antonio vivió múltiples extorsiones

Antonio vivió múltiples extorsiones Foto:Suministrada

Antonio y su compañera habían llevado un par de zapatos para el momento en que lo encontraran, previendo su situación de calle. Lograron tranquilizarlo, le ofrecieron comida, pero llevárselo no fue sencillo.
«Al principio no quería irse con nosotros, estaba reacio. Yo le decía, ‘Vámonos, te quedas con nosotros’, y él respondía: ‘No, papá, yo me quedo, yo no quiero molestar, yo me quedo por acá'», recordó.
Durante cinco días repitieron la misma rutina. «Nos poníamos citas. Le decía que nos viéramos en el mismo sitio a las 8 de la mañana. Yo prácticamente no dormía, pero volvía a esa hora y ahí estaba él», relató. Entendía que no podía forzarlo: “No podía acosarlo, ni hacer algo a la fuerza. Me tocaba acondicionarme a su situación, manejarlo por lo que he aprendido del trastorno bipolar”.
Mientras continuaba con dicho proceso, una situación seguía preocupándolo; los mensajes intimidatorios había regresado y, esta vez, se referían al por qué lo había hallado. 
«Nos preguntaban por qué habíamos ido a buscarlo, que habíamos dañado el negocio», narró. Preocupado, Antonio le preguntó directamente a su hijo si se había relacionado con alguien en esa situación de calle. Daniel confesó que había estado durmiendo en albergues y había conocido a algunos extranjeros. «Papá, ellos como que querían que yo fuera a hacer cosas con ellos», le dijo, aunque sin especificar detalles. El caleño temía que se tratara de actividades delictivas.
Denuncias de lo vivido en la búsqueda de su hijo.

Denuncias de lo vivido en la búsqueda de su hijo. Foto:Suministrada

Fue entonces cuando tomó la decisión de sacar a Daniel de Barcelona. “Yo le dije, ‘No podemos quedarnos aquí. Vámonos a otra ciudad’”. Aunque al principio Daniel se negaba, insistiendo en quedarse, finalmente accedió. “Al otro día quedamos de vernos, nos encontramos, y me dijo: ‘Bueno, papá, vámonos, vámonos porque aquí las cosas son feas’”, relató. 
El rescate de Daniel fue, como él mismo admite, un acto de fe y perseverancia: “Si no lo encontramos, no sé en este momento qué hubiera sido de la vida de él. Gracias a Dios, en ese momento lo encontramos”.
Desaparición

Desaparición Foto:Suministrada

Sin conocer a nadie, se embarcaron en el viaje llevando apenas sus maletas y la determinación de empezar de nuevo. “Yo solo lo hacía por él, por sacarlo de las garras de esa ciudad”, relató.
Ya en Alicante, los síntomas de su hijo comenzaron a manifestarse con mayor claridad. A veces decía que trabajaba para el ‘FBI’ y que las personas que había conocido en Barcelona manejaban armas y dinero del gobierno, una confusión que el padre atribuía a episodios de hipomanía. Lograr que aceptara quedarse en la nueva ciudad representó un primer alivio, aunque el proceso estuvo lejos de ser sencillo.
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Al principio, se hospedaron en hostales, con recursos económicos cada vez más limitados. La estabilidad fue difícil de mantener: en varias ocasiones el joven se marchaba inesperadamente, diciendo que quería irse a Madrid o regresar a Barcelona. Esos días estuvieron marcados por la angustia. “Otra vez esa sufridera de no saber a dónde se había ido. Yo, sin saber qué hacer”, recordó.
Para tratar de retenerlo y mantener el contacto, el padre consiguió alquilar un pequeño estudio y le compró un celular. Después de varios días de ausencia, su hijo regresó a Alicante, ya a finales de marzo. 
Aunque se negó a recibir atención médica o psiquiátrica, el padre describió que su apoyo se basa en a paciencia y aplicando conocimientos adquiridos en grupos de apoyo en redes sociales. Poco a poco, notó algunos cambios positivos: su hijo se mostraba más consciente y no volvió a marcharse sin aviso.
Sin embargo, un nuevo incidente volvió a encender las alarmas: antes de Semana Santa, la policía de Barcelona lo contactó para informarle que su hijo había sido detenido e identificado allá. Una persona desconocida estaba usando su pasaporte robado y esta, parecía, que no era la primera vez. 
Usando esta situación como argumento, logró convencerlo de que era necesario tramitar sus documentos de identidad. Así, en un viaje a Valencia, finalmente obtuvieron la contraseña de su cédula y solicitaron el pasaporte, aunque el proceso de entrega ha sido más largo de lo esperado.
Desaparición en España

Desaparición en España Foto:Redes sociales

La situación migratoria también se volvió apremiante: su estancia legal en Europa vence el 2 de mayo de 2025, y sin documentos vigentes corren el riesgo de ser deportados. “No quiero separarme de él, ni que recaiga. Quiero apoyarlo, quiero irme. No importa la situación que tengamos en Colombia, pero por lo menos allá estaremos en nuestra casa, en nuestro país”, expresó.
A pesar de las dificultades económicas —entre ellas el alto costo del alquiler, los depósitos, y los trámites de inmobiliaria que ya ascendieron a más de 1800 euros en un solo mes—, su prioridad es proteger a su hijo y lograr su regreso seguro a Colombia. 
Sin embargo, la falta de recursos y el retraso en la entrega del pasaporte han complicado sus planes. “Quisiera poderme ir ese mismo día que tenemos que desocupar, pero los tiquetes están muy caros”, lamentó. Por ahora, su esperanza está puesta en poder viajar tan pronto como tengan el pasaporte en mano y completar los trámites necesarios.
REDACCIÓN ÚLTIMAS NOTICIAS. 

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