Lun. Abr 7th, 2025
¿Cuántas veces ha caído en las redes de los llamados influenciadores y ha adquirido, sin pensar o necesitar, los milagros que le ofrecen a precios irrisorios? Muchas, ¿verdad? Como usted miles de personas en el mundo alimentan el cibercomercio, un jugoso negocio que nada más durante el año 2024 movilizó en los mercados más grandes más de 10 billones de dólares, según la analista de datos Analyzify.
“Compro, compro y compro. Y recibo infinidad de productos que luego no utilizo o que guardo sin un objetivo definido. Comprar en línea se convirtió para mí en una especie de vicio. ¡Es horrible!”, admite a EL TIEMPO el ingeniero Pablo Ricardo.
Los productos que más se venden por la red son los de tecnología, moda, belleza, entretenimiento y para el hogar. Y los consumidores son el desafortunado objetivo del agresivo y multimillonario comercio cibernético.
Hoy, “los usuarios pueden elegir entre varias plataformas en línea”, se lee en un artículo de Statista sobre el comercio electrónico en el mundo.
En otro artículo de Statista sobre marketplace online, se explica que cada vez es mayor el número de empresas que buscan convertirse “en masivos centros comerciales en línea y que son accesibles desde cualquier parte, especialmente tras el auge adicional que este tipo de comercio adquirió durante la pandemia. No en vano, casi el 90 por ciento de la población global admitió haber comprado en internet en 2020”.
COMPRAS EN LINEA

Compras en línea.  Foto:iStock

Statista afirma que los dispositivos móviles han ayudado a incrementar el cibercomercio. En 2023, los teléfonos inteligentes representaron alrededor del 80 por ciento de las visitas a las páginas web minoristas del mundo, según el mencionado portal.
“Los teléfonos inteligentes generaron el 66 por ciento del total de los pedidos” en línea, en comparación a un tercio de las cibercompras realizadas a través de computador de mesa o portátil. En Europa, Norteamérica y Asia-Pacífico se pagó con carteras digitales, y en Medio Oriente, África y América Latina prefirieron las tarjetas de crédito.
La agresividad comercial que han demostrado estos influenciadores ha llevado a las personas a comprar, de forma apremiante, cosas que no necesitan y gastando el dinero que no tienen para calmar su compulsión.
“Compré tres veces camisas parecidas, y las que recibí no tenían nada que ver con la calidad, la talla, el color o con lo que había visto en las fotos en la red. Cambiarlas fue un esfuerzo perdido. Me arrepentí, perdí plata y me di cuenta de que compré y volví a comprar sin pensar en lo que hacía”, admite Libardo Prada, un ejecutivo santandereano de 30 años.
Los influenciadores utilizan su experiencia en línea generando likes e interacciones con su comunidad para ofrecer de forma directa e indirecta productos y servicios de marcas con las que establecen una relación comercial.
A la estrategia con la que las marcas buscan publicitar sus productos o servicios en un formato aparentemente menos agresivo que la publicidad tradicional con influenciadores se la conoce como marketing de afiliados o marketing de influencers.
El 41,6 % de los encuestados afirmó que la cantidad de 'me gusta' o reproducciones es un criterio para determinar la credibilidad.

Imagen de referencia. Foto:iStock

“Los afiliados, que suelen ser jóvenes influencers, cobran una buena comisión por ayudar a posicionar determinada marca entre su audiencia, generalmente otros jóvenes impresionables, mediante la publicación de anuncios o promociones más personalizadas.El afiliado hace de intermediario que anuncia el producto o servicio y le consigue compradores al vendedor original. Su ‘hábitat natural’ son plataformas de gran alcance, como TikTok o Instagram, que permiten crear contenido dinámico, artístico e ingenioso, sin mucho costo de producción”, escribió Yahoo Finance.
“Según Shopify, el costo promedio de un tiktok patrocinado es de 3.514 dólares, el segundo precio más alto después de YouTube, que vale, en promedio, unos 4.491 por video”, continúa la nota del portal.
Para contrarrestar la capacidad de los influenciadores y el marketing de afiliados, nacieron los desinfluenciadores.
Expertos dicen que la influencia de los influencers está en declive, lo mismo que su reputación, por motivos de confiabilidad, credibilidad y autenticidad.
Un reciente estudio regional, realizado por la agencia de datos Quiddity y por la de mercadeo Jolie, en Brasil, México, Argentina y Colombia, reveló que el 60 % de los latinoamericanos desconfían de los influenciadores digitales.
“Más de la mitad (54 por ciento) de los encuestados definen la falta de autenticidad si se nota que lo hacen solo porque les pagan y no porque confían en el producto. Mientras que el 47 por ciento declara advertirlo cuando percibe que el discurso del influencer parece guionado o prefabricado”, se lee en el informe.
Definidos como “la voz rebelde que desafía el consumismo digital”, los desinfluenciadores, que no le dicen qué comprar, están cambiando las reglas del juego que dejó la pandemia con el cibercomercio.
Con orígenes en Estados Unidos y Canadá, los desinfluenciadores integran un movimiento global, que nació como tendencia en TikTok hace un par de años y que comenzó por cuestionar la cultura del consumismo y la de la publicidad encubierta.
Su principal objetivo es promover las compras conscientes, responsables, frenar el consumo compulsivo y repensar la forma en que compramos por internet. Por ejemplo, ellos cuestionan la adquisición de productos controvertidos por su calidad o precio.
“A través de videos, los desinfluenciadores se encargan de ‘desinfluenciar’ a la audiencia, probando productos recomendados por creadores de contenido y luego advirtiendo a los demás usuarios acerca de qué productos no comprar. Aunque su dinámica varía, su objetivo es el mismo: evitar que los individuos caigan en patrones de consumo excesivos o innecesarios”.
Compras imagen de referencia

Celulares y tecnología en la actualidad. Foto:iStock

El movimiento global de los desinfluenciadores, o anti-influencers, actúa para recuperar la conciencia de consumo de las personas. Está integrado mayoritariamente por jóvenes que desmienten la información entregada por los influenciadores.
Usan hashtags como ‘núcleo del subconsumo’ y ‘consumidor consciente’, y su intención no es influir para que la gente deje de comprar, sino para generar consciencia a la hora de hacerlo. El objetivo es que las personas se detengan a pensar antes de hacer clic en el carrito de compras.
De fondo, el movimiento plantea reflexiones alrededor de la sostenibilidad, por el costo ambiental de comprar compulsivamente y la producción de elementos que probablemente se desecharán; la salud mental, por la ansiedad que genera estar expuestos a contenidos que todo el tiempo llaman a gastar, y el cuidado de la economía personal, porque las decisiones de comprar o no hacerlo repercuten en el bolsillo de las personas.
GLORIA HELENA REY
Para EL TIEMPO

Por CHMATOS