Se la conoce como la ciudad de las ruinas a cielo abierto, pero quizás el pasado no sea el único atractivo al aire libre que pueda ofrecer Roma. La capital italiana tiene parques y miradores, que ningún viajero debería perderse, ideales para disfrutar del horizonte y darle la tridimensionalidad que merece cualquier visita a la ciudad imperial.
Según las leyendas fundacionales, Roma fue construida sobre siete colinas. Janículo no es una de ellas, pero cuenta con un mirador –belvedere– imperdible. Ubicado al oeste del Tíber, entre el Trastevere y el Vaticano, y muy cerca del antiguo barrio judío, se encuentra este paseo al aire libre ideal para disfrutar el atardecer. Popular y distendido, cuenta con espacio para hacer pícnic y oferta de snacks y sánduches a cargo de vendedores ambulantes.
Aventino, según dicen, es la mejor colina para contemplar Roma. Lo que muchos no conocen es su diminuto secreto. A cualquier hora del día, romanos y turistas hacen fila para asomarse desde el Jardín de los Naranjos a la puerta de entrada de la Villa Magistral, sede institucional de la Soberana Orden de Malta. Es que desde la cerradura tres de la plaza de los Caballeros de Malta se puede disfrutar de una de las vistas más fascinantes –e inesperadas– de la basílica de San Pedro.
Enmarcada por una cerca natural de laurel, la cúpula diseñada por Miguel Ángel da la ilusión, a través del ojo de la cerradura, de ser más grande y, por tanto, más cercana. El efecto “telescopio” hace que si se camina desde la puerta hacia la cúpula, San Pedro se aleje en lugar de acercarse. Decorada con trofeos de guerra que aluden a las hazañas y la historia de los Caballeros de Malta, la pequeña plaza del siglo XVIII que hace de antesala de la Villa es la única obra arquitectónica –junto con la iglesia de Santa María en Aventino– de Giovanni Battista Piranesi y data de 1765. Un ejemplo casi único en Roma de entorno urbano rococó.
Cerca, muy cerca, está el Rosedal de Roma, con más de mil especies de todo el mundo. Con entrada gratuita, se sitúa sobre un antiguo cementerio judío por lo que en la entrada se colocaron las tablas de la Torá, y los caminos que dividen las colecciones de rosas forman la menorá (el candelabro de siete brazos).
El Jardín de Rosas de Roma en medio de la primavera. Foto:iStock
Villa Pamphili
Para coronar la visita al Trastevere, uno de los barrios icónicos de Roma, es ideal recorrer Pamphili, una extensa villa que ofrece una rica combinación de jardines, paisajes naturales y arquitectura histórica.
El centro de la villa es el Casino del Bel Respiro, también conocido como el palacio Pamphili, una obra maestra de la arquitectura barroca diseñada por Alessandro Algardi y Giovanni Francesco Grimaldi. Este palacio es famoso por su elegante fachada, sus opulentos interiores y su impresionante colección de arte.
El parque de Villa Doria Pamphili. Hoy es el jardín público paisajístico más grande de Roma. Foto:iStock
En su exterior se encuentra el Jardín Secreto, una verdadera joya de la arquitectura paisajística: setos esculpidos con formas de palomas y lirios, los símbolos heráldicos de los Pamphili, junto con plantas siempre verdes y exóticas y una variedad de flores que realzan su belleza.
El Central Park romano
Ubicado en la colina del Pinicio, este parque era la finca y viñedo de la acaudalada familia Borghese. La construcción de la Villa Borghese Pinciana finalizó en 1633 e incluía otros edificios, como una pajarera y un invernadero. En el siglo XIX, el parque fue objeto de una importante reforma y reconstruido al estilo inglés con varios estanques y fuentes.
En 1903 fue adquirido por el ayuntamiento de Roma y se le dio la función de parque público. Hoy, el mayor espacio verde de Roma es el lugar perfecto para escapar del ritmo frenético de la ciudad al perderse entre sus arboledas ancestrales.
Este espacio romano tiene de todo y nada que envidiarle al Central Park, de Nueva York. En uno de sus laterales está la Galería Borghese, que además de un edificio imponente contiene en su interior obras de Caravaggio, Rafael, Tiziano, Correggio y Bernini, entre otros. “La Delicia”, como se la conoce, cobra una entrada de 13 euros. Además, dentro del parque hay un zoológico, conocido como Bioparco.
Para disfrutar la experiencia de teatro al aire libre, el Silvano Toti Globe Theatre es una opción inigualable. Este teatro es una réplica del famoso Shakespeare’s Globe Theatre de Londres, lo que permite a los visitantes sumergirse en una experiencia auténticamente isabelina.
Otro imperdible es el Reloj de Agua de Pincio, una pieza de ingeniería del siglo XIX que aún funciona. Este reloj hidráulico utiliza la energía del agua para marcar el tiempo y es una atracción popular por su ingeniosa mecánica y su estética clásica.