Llega Semana Santa y el país entero entra en pausa. Hay quienes viajan, quienes reflexionan, quienes se conectan con lo divino… y también quienes se desconectan de todo, menos del aquello.
Porque, seamos claros: no todo el mundo reza, pero la mayoría descansa. Y si vas a tener tiempo, ¿por qué no usarlo para reconectar también con tu cuerpo y con el placer sin culpa?
Semana Santa suele venir –para algunos– con culpas heredadas, con frases susurradas (“ni se te ocurra hacerlo estos días…”), con ese aire de que el deseo debe apagarse por decreto celestial. Pero el cuerpo no tiene calendario litúrgico. Y la planta baja, si está bien atendida, también puede ser un lugar de espiritualidad encarnada.
Así que, si no vas a asistir a procesiones ni a leer los evangelios completos, puedes al menos dedicarte a contemplar el milagro de tu cuerpo y el del otro. Si no hay reflexión teológica, que haya conexión íntima. Si no hay viacrucis, que haya camino de caricias.
Porque descansar no es solo dormir o ver series: también es soltar el estrés, aflojar la vergüenza, dejar atrás la mojigatería y utilizar el cuerpo con respeto. Y eso –aunque no venga en el misal– también es salud.
Así que en esta Semana Santa, si te quedas en casa o te vas a la playa, recuerda que la planta baja también cuenta y merece ratos de alegría consentida.
No es pecado. Es autocuidado con sentido. Hasta luego.
ESTHER BALAC – Para EL TIEMPO