Mar. Abr 15th, 2025
Es la primera mujer que asume el cargo de rectora en la Universidad del Rosario en 370 años de historia. Es médica cirujana y, entre otros títulos, doctora en Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, con mención de honor en grado summa cum laude, grado con honores summa cum laude y orden al mérito javeriano. Es una profesora entregada que se disfraza de Mujer Maravilla en algunas clases y en otras de Medusa. Prefiere que le digan ‘doctora Anita’ en lugar de doctora Gómez o Ana Isabel Gómez, porque ‘doctora Anita’ es su marca y es como la conocen sus alumnos. Hasta hace poco vivía con sus papás, pero se casó a los 54 años y ella misma diseñó su vestido de novia. Esta es su historia en Revista BOCAS.
El 9 de octubre del 2024 quedará registrado para siempre en la historia de Universidad del Rosario de Bogotá. Ese día, por primera vez una mujer fue escogida como rectora de la institución en 370 años de historia. Su nombre es Ana Isabel Gómez Córdoba, una mujer que no juzga con la mirada del presente a los hombres que fueron machistas en el pasado, que recordó en su discurso de posesión el recorrido de las mujeres en la medicina en el mundo y en Colombia, y que sobre todo no quería que la eligieran rectora como una cuota de género, sino por su trayectoria y conocimientos.
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Ana Isabel Gómez prefiere que le digan ‘Doctora Anita’. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

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La revista BOCAS con la portada de Vicky Dávila circula desde este domingo. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS

Y la información sigue con cargos de gerencia en instituciones médicas como la Clínica Misael Pastrana Borrero, que hoy se llama Barrios Unidos de la Red Hospitalaria Méderi, en trabajos de investigación en la universidad y, agrega, como si a ella le quedara tiempo libre y este fuera su hobby, que “en sus labores de extensión apoya activamente a la Corte Constitucional, el Ministerio de Salud y al Congreso de la República en el desarrollo jurisprudencial, legislativo y normativo de temáticas relacionadas con el bioderecho y es miembro fundador del Colegio Médico de Abogados en derecho médico”.
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Ana Isabel Gómez cree que la misión de las mujeres en la medicina es el rescate de las humanidades. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

El derecho lo lleva en la sangre y la medicina en el corazón. Su padre es Gustavo Gómez Velásquez, exmagistrado de la sala penal de la Corte Suprema de Justicia, y su madre, María Victoria Córdoba de Gómez, también estudió derecho. Su hermano, el periodista Gustavo Gómez Córdoba, también pasó por las aulas de las leyes antes de dedicarse a los medios de comunicación. Ana Isabel, en cambio, supo desde muy joven que lo suyo era la medicina, quería ayudar a otros, y cuando lo dice suena genuino y vigente, porque es una de las características de ella que más resaltan quienes la conocen: es una mujer muy dulce.
No es melosa, saluda de mano y se sienta en la mesa de juntas. Dice que le gustan las mesas de trabajo. Sobre el escritorio de esta oficina en una de las sedes de la universidad no hay nada, la mesa del escritorio está completamente vacía. Explica que así no se aferra a las cosas, y termina con una frase que suena sabia y contundente: “Yo aquí estoy de paso”.
No le gusta celebrar su cumpleaños, hoy tiene 58, y a su hermano tampoco; tal vez por esto su padre no murió en la toma del Palacio de Justicia. En ese momento era magistrado y recibió una llamada de alguien muy cercano para decirle que debía viajar a su finca en la costa porque le estaban invadiendo la tierra. Ese día su hijo Gustavo cumplía años y él pensó que tal vez debería quedarse en Bogotá para celebrar, pero Gustavo le recordó que eso a él no le importaba. El magistrado salió para su finca y cuando llegó encontró todo en calma. Nadie había invadido sus tierras, pero en Bogotá había sucedido el horror y el Palacio de Justicia estaba en llamas.
¿Cómo fue la vida para ustedes con las amenazas del narcotráfico?
Tengo una diadema que tiene una cantidad de serpientes y prende lucecitas, me pongo una capa llena de flores y unas botas llenas de flores y les pregunto a mis estudiantes ¿qué les recuerdo?

En esa época ustedes vivían muy encerrados.
Íbamos a estudiar y a trabajar y salía uno con cuidado a hacer las cositas que debía hacer.
Pero le pusieron escoltas.
Sí. En mi curso estaba la hija del doctor Parejo (Enrique Parejo, ex ministro de Justicia a quien el narcotráfico intentó matar) y estaba yo. Una historia como la mía la tienen muchos colombianos que optaron por el bien en esa época.
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Ana Isabel Gómez no duda en disfrazarse de Mujer Maravilla en sus clases. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

Cuida mucho a sus papás.
Lo que pasa es que yo viví 54 años con ellos. Mi vida era mi estudio, mi trabajo, algunos amigos y mis papás. Tuve parejas en la vida, es claro que uno a los 54 años ha tenido novios, pero soy muy cercana a mis papitos y más que cuidarlos a ellos, nos hemos cuidado mutuamente toda la vida. Él tiene 94 años y ella 82.
Y se casó a los 54 años.
Yo no me había casado hasta el momento. Un amigo me dijo que si lo podía reemplazar en una charla que iba a dictar en un congreso en Armenia. Tres días antes yo todavía no había firmado el contrato y me llamó un señor para decirme que tenía que hacerlo, que él había visto la dirección de mi casa en mi hoja de vida, que sus oficinas quedaban cerca y podía pasar a llevarme el contrato. Llegó. Yo honestamente nunca en mi vida me he fijado en un hombre por su aspecto físico, me gusta la inteligencia, me gusta que sean buenas personas, que tengan sentido del humor, pero cuando yo lo vi pensé: ‘qué señor tan querido’, y se sentó a conversar conmigo. Me pareció un hombre tan valioso que, con toda la limpieza de corazón, le dije: “¿Sabe, doctor? Usted y yo vamos a ser amigos toda la vida”. Inmediatamente le dije que tenía una familia muy bonita, había visto la fotico de su familia en el WhatsApp, para que le quedara claro que había un respeto, y me mostró la foto. Me dijo que esas eran sus hijas y la mujer que había sido su esposa. Había quedado viudo cuatro años atrás.
¿Qué pasó después?
Llegué a la conferencia, yo dicto una charla sobre derecho a morir dignamente y al inicio cito como ejemplo de una voluntad anticipada una canción que le pusieron a Jaime Garzón cuando murió porque él lo pidió y que dice así: “Quiero morirme de manera singular, quiero un adiós de Carnaval” (canta y mueve su tronco y sus brazos bailando). Cuando sonó la canción en la charla me puse a bailar, porque me encanta bailar, y pregunté quién quería bailar conmigo. Este hombre que me había contratado pensó aterrado a quién había llevado a dictar la conferencia. Después puse videos y él no lo podía creer, hombres y mujeres estaban llorando, porque la conferencia toca mucho a la gente; todos nosotros hemos tenido pequeñas muertes. Después me dijo que cuando él vio eso, y que además la gente no se levantaba ni se quería ir, se sorprendió. Él es médico farmacólogo y bioeticista; creo que estamos juntos porque compartimos los mismos valores.
¿Se casó por la iglesia y con vestido blanco?
La historia de mi vestido es muy divertida. Los vestidos de novia los hacen talla cuatro para mujeres de 20 años, y yo buscando vestido por todos lados y no encontraba, y como nunca fui de las mujeres que sueñan con eso, que saben cómo va a ser el vestido, en dónde van a hacer la boda y las flores… En mi vida había pensado en eso. Faltando cuatro semanas para el matrimonio todavía no tenía vestido y una amiga me habló de una costurera, yo había comprado una tela de florecitas y había pintado el vestido que quería, un escote en V, las manguitas, el talle aquí, la falda recta, unas florecitas acá. Me lo hice, el vestido más barato, y me lo regaló mi esposo.
Se lleva muy bien con las hijas de él.
No te imaginas lo lindas que son conmigo y además que fueron mi publicidad política pagada, porque tres o cuatro amigos de una de ellas estudiaron medicina en la universidad, y cuando supo que el papá estaba saliendo con alguien después de cuatro años de viudez, les preguntó a sus amigos si me conocían y le contaron cosas bonitas. Esos son los espacios de afecto que da la docencia. Ella le dijo al papá que no se preocupara, que saliera conmigo.
Me contaron que de chiquita le gustaba comer frente al televisor.
A mí toda la vida me ha encantado ver mi televisión y a veces, cuando me quiero dar un gusto, le digo a mi esposo: ¿Me acompañas aquí que estoy viendo un capítulo de tal cosa? No es una buena costumbre, porque el espacio de almorzar o de comer o de desayunar debería ser un espacio de familia, de diálogo, pero todos tenemos un gusto prohibido. Este es el mío. Me gusta mucho el cine.
Lo usa en sus clases y en sus libros.
Nosotros tenemos un grupo de investigación en educación médica con una línea en bioética y derecho, y la estrategia pedagógica de nosotros es el cine. Todas nuestras clases tienen segmentos muy cortos de películas. El cine tiene la posibilidad de acercarte a situaciones a las que tú nunca te enfrentarías, te permite una reflexión crítica de lo que está sucediendo frente a principios, valores, derechos y deberes; te permite observar identidades profesionales muy buenas, pero también desviaciones a la identidad profesional que requiere el pensamiento crítico, y te muestra la dimensión humanística del acto de cuidado de la salud. Todas las clases son con cine, de primero a doctorado, y hemos publicado libros, todos con estudiantes. En el lanzamiento del segundo libro uno de ellos comentó que cada vez que le llegaba un paciente muy difícil y tenía un problema ético pensaba en la clase, y yo feliz me imaginé que se refería al método, al análisis, y dice el estudiante: “siempre pienso en qué película me mostró la doctora Anita para resolver el problema”.
¿En la universidad le dicen ‘la doctora Anita’?
Casi todo el mundo. Incluso esa fue una discusión dentro del cuerpo elector, si debían decirme Ana Isabel Gómez o doctora Anita cuando me estaban haciendo el mercadeo interno para ser rectora, porque la imagen de los rectores es tan distinta. Les dije que ‘la doctora Anita’ es mi marca. ¿Y sabes por qué me dicen así? Porque desde el primer semestre a todo estudiante con quien me cruzo le digo: “Doctor, buenos días”, porque son mis colegas, los trato con el respeto que se le debe a un colega desde el primer día, les doy esa dignidad, entonces ellos siempre me responden “doctora Anita”; esa es mi marca.
Me contaron sus alumnos que se disfraza para dictar clase.
Tengo una clase que dicto en primer semestre, profesionalismo, y una de las características del profesionalismo es el altruismo, porque el altruismo es la capacidad de resolver un conflicto de interés a favor del interés primario de la profesión de uno, que en el caso mío son los derechos de los pacientes, son los valores que protege la medicina: principios de autonomía, beneficencia y justicia. El altruismo es lo que hace que un médico en una pandemia sin vacunas y con medidas de bioseguridad que no eran full, escoja la vida del paciente por encima de la vida de él. Para enseñar esto me disfrazo de superhéroe, porque el superhéroe es una persona que es capaz de resolver el interés a favor de valores universales: la amistad, el honor, la lealtad, el sacrificio. Siempre explico que el superhéroe tiene su kriptonita. Si bien tenemos características que compartimos con los superhéroes, somos frágiles, somos vulnerables, y por eso tenemos que cuidarnos.
¿De qué superhéroe se ha disfrazado?
A mí el personaje de la Mujer Maravilla me parece superempoderado, un bizcocho de vieja que además es inteligente, valiente, que no se queda en su exterior y tiene una serie de valores preciosos. Con el tema del Zoom en la pandemia me puse un abrigo como Diana Prince, que es la personalidad secreta de la Mujer Maravilla, con gafas, moña; me agaché, me quité el abrigo y volví a aparecer, y pues claro, ya no tengo la edad para ponerme el disfraz de la Mujer Maravilla: me puse una blusita de color carne con el corsé de la Mujer Maravilla, con una faldita y debajo un jean. El short de la Mujer Maravilla nunca me lo hubiera podido poner en la vida. Me da risa porque recientemente, en uno de los grados de medicina, me dice una estudiante: “doctora, yo le tengo que confesar que la foto de WhatsApp de nuestro grupo de amigas es usted disfrazada de Mujer Maravilla”.
¿Tiene otro disfraz?
Tengo una diadema que tiene una cantidad de serpientes y prende lucecitas, me pongo una capa llena de flores y unas botas llenas de flores y les pregunto a mis estudiantes ¿qué les recuerdo?, y me dicen que a Medusa. En una época los procesos de evaluación de los profesores de la universidad cambiaron de evaluaciones cuantitativas a cualitativas y les preguntaban a los alumnos en qué imagen pensaban cuando se trataba de tal profesor. Me llamaron del área de la Dirección Académica a preguntarme por qué todos mis estudiantes pensaban en que yo era una Medusa cuando les preguntaban por mí. Imagínate el personaje tan horroroso. Expliqué que el mito de Medusa lo conocemos parcialmente, solo conocemos la parte en que vuelve piedra a sus enemigos. Hay otra parte del mito y es que dependiendo de si es el lado derecho o el lado izquierdo de la cabeza de Medusa, ese líquido que brota después de decapitada tiene la posibilidad de matar o de revivir muertos, y yo les digo a mis alumnos que la medicina regenerativa es la que ellos van a ejercer, esa es la que les va a tocar.
¿Cómo llegó a la joyería?
Tengo un gusto por lo estético en el arte y siempre me han gustado las piedritas. Al lado de la Universidad del Rosario del centro hay muchos sitios donde las venden. Hice grandes amigos joyeros que tenían sus locales ahí, entonces yo hacía el diseño y ellos me hacían la joya como yo la quería. Mira estos aretes; compré todas las piezas y los diseñé. Es el gusto por lo estético del color, de la combinación. Por ejemplo, a veces voy a un museo, me gustan mucho los museos, con cajita de colores y pinto las combinaciones que hacen de colores; las tengo guardadas y me visto así. Yo digo: me voy a poner estos zapatos color borgoña, con una pañoleta azul celeste y de pronto unos aretes verdes. Eso que uno diría que no cuadra, un artista fue capaz de verlo. También me gusta escribir historias cortas o poesía corta.
Cuando trabajó en Colsubsidio lideró la creación de la historia clínica electrónica. ¿Cómo llega una médica a esto?
Porque a mí siempre me encantó aprender, soy una mujer curiosa, entonces, cuando se transforma todo con la Ley 100 se genera una necesidad de tener una gestión de la información distinta a la que se puede hacer con una historia clínica en papel. En Colsubsidio, que fue mi primer empleador, yo estaba contratada por medio tiempo, entonces me ofrecí para ayudar y entré al equipo de procesos y tecnología y trabajé durante muchos años; incluso la parametrización de esa historia clínica, que son los distintos procesos con sus indicadores, fue mi trabajo de tesis de la especialización en Gerencia en Salud Pública. Siempre les digo a mis estudiantes ‘déjense sorprender por la vida, la vida es incursionar en distintas áreas del conocimiento’. Me encanta cocinar, me encanta el arte, me encanta la joyería, me encanta el derecho. Tengo más libros de cocina que de medicina y bioética. Yo lo que quiero es que mis estudiantes se abran a la posibilidad de aprender.
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Ana Isabel Gómez meditó durante todo un mes si asumía o no el cargo de rectora. Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

Duró siete años haciendo su doctorado.
Sí, porque yo trabajaba al mismo tiempo. Un muy buen amigo mío, Jorge Gaitán, que es abogado y nos conocimos por una asociación de bioética que había, me dijo que tenía ganas de hacer el doctorado en Ciencias Jurídicas de la Universidad Javeriana, estaban abriendo la primera promoción, y le dije que preguntara si recibían una médica. El padre Luis Fernando Álvarez Londoño SJ, que era el director del doctorado, me aceptó. Yo ya llevaba trabajando temas de derecho médico desde hacía diez años. Se lo voy a agradecer toda la vida. También infinito agradecimiento a mi director de tesis, que ya falleció el año pasado, el doctor Carlos María Romero. Cada vez que revisábamos un capítulo de la tesis doctoral lo invitaba a comer y me decía: “Si usted escribiera como cocina, seríamos tesis laureada”. Mi marido y mi papá y mi mamá me dicen que estoy desperdiciada en la medicina, que debería dedicarme a cocinar, y los amigos también me dicen que estoy desperdiciada en la medicina, que debería montar una joyería.
¿Cómo fue llegar a la rectoría del Rosario después de trabajar 20 años en la universidad?
Una sorpresa, porque yo nunca pensé que fuera a llegar a ser rectora. Yo había hecho una carrera académica y de gestión académica paralela en temas de docencia, de investigaciones, de gestión de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, en donde fui jefa del Departamento de Ciencias, directora del programa de Medicina diez años, vicedecana seis años. Tal vez el paso natural y la transición sería la decanatura, pero eligieron a otra persona muy competente y en ese momento dije: ‘bueno, pues la vida me está diciendo que es el momento de disfrutar la docencia y la investigación plenamente, que es lo que más me gusta’. Se presentó en ese momento la situación que tuvo la universidad y en ese proceso alguien del cuerpo elector me dijo que quería postularme para ser rectora.
Al principio dijo que no.
Durante casi un mes estuve diciendo que no, porque realmente si uno quiere de verdad la universidad, uno quiere lo mejor para ella.
¿Consideraba que usted no era la mejor?
Pensaba de pronto que este cargo requiere otras competencias distintas a las que yo tengo, más pensamiento administrativo, financiero, a pesar de que yo tengo experiencia, formación interdisciplinar y he trabajado en distintas áreas del conocimiento: medicina, medicina clínica, medicina gestionada, administración de la salud, humanidades, que es bioética del derecho. Sí creo que un rector debe encontrar el valor de todas las áreas del conocimiento, que no haya una menor que otra.
Y finalmente aceptó.
Tomé la decisión, se dieron unas circunstancias que llevaron a que de pronto, en este momento, yo era la mejor opción; de pronto en otro momento no hubiera sido claro. Digamos que muchas de las características de mi carácter, sumado a la interdisciplinaridad, de pronto fueron la razón de ser elegida, y pienso que también la necesidad de la universidad en ese momento de volver a nuestro ADN, que es el humanismo, la ética, los valores. Mi gestión es por principios y valores, eso lo tengo claro, porque esa es mi impronta y es lo que he enseñado en 15, 17 años, y es muy importante mantener el carácter, no dejarse estandarizar.
En su discurso de posesión como rectora habló de las mujeres.
Contaba cómo había sido la entrada de las mujeres en la medicina en el mundo, luego en Colombia, cómo progresivamente hemos ido ocupando nuevos lugares. Antes no entrábamos a las especialidades quirúrgicas, en general estábamos más vocacionadas a la pediatría, a la salud pública, la ginecología, pero eso era de vocación. Ahora hay mujeres dirigiendo hospitales, mujeres que han sido ministras de Salud. Todavía hay una tarea por hacer, pero nosotras estamos paradas sobre los hombros de mujeres gigantes, de mujeres pioneras que con su excelencia nos abrieron el camino. Me pregunto qué nos corresponde a las mujeres ahora en la medicina, y yo pensaría que es el rescate de las humanidades, porque ya estamos casi en todo lo técnico y científico.
¿Cuántas mujeres entraron con usted a estudiar medicina?
Ahora hay muchas más. En mi Universidad del Rosario yo fui la primera generación en la que entró el mismo número de hombres y de mujeres. Había más paridad sin lugar a duda, y debo decir, y siempre lo digo, que lo único que tengo es palabras de agradecimiento por mis compañeros de medicina hombres, porque fueron unos señores con nosotras, como debe ser un hombre, un caballero que entiende el valor de la mujer, que puede compartir espacios con ella de trabajo en equipo.
¿Qué implica desde el punto de vista ético que una mujer sea rectora del claustro después de 370 años de historia?
Creo que es la expresión de que somos una universidad que cree en los principios y los valores como elementos fundamentales de la dirección universitaria, así como en el respeto a la diversidad.

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Por CHMATOS